lunes, 14 de febrero de 2011

Trazos de agua

Ella: Padecía los síntomas del agua estancada. Las ojeras, como trazos de califragía china, resaltaban su rostro de la peor manera. Aún así flotaban luces a su alrededor, sus gestos emitían sonidos acuáticos. Vista de perfil parecía un dibujo hecho con un solo trazo, sobresalía la nariz y el borde azul de una mano que bien pudo ser un tulipán. No sé, hay tanto de mí en la triste vibración que emana su cuerpo, hay tanto de mí en esas luces de patrones circulares, luces bajo el agua que curvan el sentido de las cosas, hay tanto de mí en la espera de esa mujer que no duerme, calcula, mide, siente el abrazo de aire que rodea la cintura y que, como una exhalación -beso de plumas en los poros- llega desde una orilla lejana en la que un hombre de ojos verdes sigue el descenso de la noche con los ojos.

Él: La luz. Todo era luz y gente y papayas expuestas en los puestos. Mangos bailando un mambo y risas de adolescentes hinchando globos de helio con forma de corazón. Estaba el guardia subido a la redoma con sus grandes bigotes y sus guantes blancos extendidos como si dibujara horizontes. Todo el tráfico parado. Estaba el mimo colgado de su ceja como si fuera un pensamiento imperfecto puesto a madurar. Y la manzana se cayó del árbol y como la otra manzana se tronchaba de risa ella le dijo: ¿Tú de qué te ríes inmadura? Estaba la cabina de teléfono en medio de la plaza. La gente arremolinándose alrededor de la fuente con la lluvia invertida llenando el panorama de mil gotas del color de la alegría. El mimo arqueaba más la ceja y la música desfilaba con pompa y jabón, con algarabía de la chiquillería imaginando el son, con la troupe de brasileiras agitando los glúteos como si fueran el daikiri bullendo en una coctelera. Estaban las hormigas caminando en fila de una desde la sombra al requesón, estaban todas prietas, todas marciales sintiendo el sinsentido de la escala de su mundo. Estaba Violeta con sus jeans azules y su franela blanca, estaba su boca hecha un barquichuelo sobre la barquilla del auricular, estaba su alma bailoteando como sombras chinescas tras el cristal, estaba la vida jugando a vivir sin pensar las noches, sin quererse esconder en los huecos de las palabras. Estaba el caballito de mar, y la caracola y el ornitorrinco y el pingüino versioneando a Sinatra. Estaba una nube azul y el cielo y los días y las horas almidonadas y respingonas queriendo aparentar. Estaba el cariño y una niña que aseguraba no haber probado la nutella con la boca hecha un payaso de chocolate. Estaba el payaso, serio, acurrucado tras sus pinturas para que nadie notara su tópica tristeza. Estaba la luna y el bosque y una bruja balanceándose en un columpio. Estaba su libreta abierta de par en par, apalabrada de bosquejos y una mariposa azul sobre su vientre, estaba la ensimismada hoja como si fuera un otoño de historias dichas. Estaba su voz tras el teléfono contándome un cuento de Cortázar, estaba la vida, estaba el escritorio aquel con sus gavetas llenas de palabras, estaba su poema, estaba ella, estaba la luz, Violeta.

1 comentario:

Luna dijo...

Sensaciones de agua y luz. Y Violeta de jeans! (los que adoro).

Saludos enormes. Un placer leerlos.