martes, 22 de febrero de 2011

Pétalos



Él: Sus maletas daban vueltas y vueltas en la cinta, ya no quedaba ninguna más. Ella daba vueltas y vueltas en los brazos de él, con las puntillas de los píes dibujando un círculo perfecto con los radios aprendiendo a soñar. Sus labios se habían aferrado al tiempo y se enroscaban arremolinando a su alrededor las agujas del reloj, el aeropuerto estaba repleto de gente dispersándose eternos de sí mismos, la megafonía dictaba proclamas que dirigían las corrientes humanas como si fueran vientos canalizados. En un momento el transcurrir se hizo fotografía con olor a azufre y los dedos de ella agarraron la pernera de su pantalón. Él apretó fuerte contra sí aquella mariposa acostumbrada a los sueños de cielos naranjas, hundió sus diez dedos en su cintura enmarañada de huellas de noches y esperas, de insomnios y letras deslizándose cómo pavesas que se apagan. Ella rió, otra vez, rió con lágrimas y gritó su nombre para apagar el estruendo de tanto avión, de tanto viaje sin corazón.

A veces ella estaba triste sin saber por qué. La sombra se le venía encima como si fuera una manta gris que le pesaba en las sienes y le impedía respirar. En esas ocasiones  le gustaba sentir la tristeza desde fuera, como mirándola con los ojos entrecerrados por una luz blanca, limpia, que venía desde algún lugar del bosque. Salía a caminar por el morichal e imaginaba cómo sería el llegar, el beso, el abrazo. Aquel día no fue diferente, tras cada paso venía un murmullo desde adentro, un puñado de tierra contra el agua, una historia contada apenas entre sílabas, otro paso, otro mojón de tiempo señalando hacia el olvido, un alacrán siguiendo su camino transversal y los guacamayos gritando su algarabía. Un viejo en el medio del camino deshojaba una margarita, cuando ella llegó a su altura aquel hombre le entregó el último pétalo.


Ella:

Agua: Fusión de átomos. Transmisor. Disolvente universal. Líquido vital que, sometido a temperaturas extremas, cambia de estado. Se entiende que cada individuo trae, detrás de los ojos, un párpado para mirar y comprender el significado del agua. No todos saben usar su párpado interpliegue; aún así coincidimos: pocas cosas pesan más entre las costillas que la sed. Así lo leí en la libreta. Ella escribe sobre el agua para ver si entre sus moléculas consigue el río de las voces, la suave concatenación de sílabas, el denso aluvión que, horas más tarde, vorágine cósmica y flores de cementerio en el pecho. Escribe sobre el agua porque no sabe de bautismos, no sabe anotar la espera: mancha de humedad alargándose hasta la mano que tuerce pétalos.

No hay comentarios: