jueves, 24 de febrero de 2011

Hilo de vidrio

Ella: Sucede que si me abro las venas con este hilo de vidrio atravesado apenas por la luz, obtendré un enjambre de coleópteros y alguna mariposa. La sangre no es nadamás sangre, también es el rastro de arena que conduce al abismo, la serie de corrientes encontradas en el punto ciego de la costilla, el suave gemido que asciende y, sin saber demasiado bien cómo, transfigura los cilindros del pecho hasta que casi imposible saber dónde comienzas yo y dónde termino tú.

Él: Estremecerse es azul, pensó, acompañar el anochecer por el valle, siguiendo el curso del río, oír el clamor de las aguas y el rítmico seguir de su corazón. Bajar, bajar por el valle con la luna lamiéndole los senos, alborotados los cabellos, la mirada acechante, barrer la oscuridad con esas dos brasas que se encienden para ahuyentar el miedo al hastío. Cuando llegó al lago se quitó su túnica y sus velos, las alhajas de plata, el collarín y la cadena que su amo había atado a su vida. Desnuda como la luna se sumergió en el agua, andando lentamente, con la parsimonia del que hace mucho que ya no vive. Tras el agua el bosque, sus ramas que sujetan el mundo, lo negro y lo oscuro, lo no. Tras el bosque una cueva, tras la cueva un camino, tras el camino otra noche y una música y un fuego y una historia. Elisandro habla como si cantara. Alrededor de la hoguera hay gente tumbada, absorta en las palabras que parecen salir de la lumbre. Elisandro habla de la muchacha que se soñó ángel. Habla de sus alas, brotadas de sus homoplatos, habla del día aquel en que aprendió a usarlas, del vuelo, de la vista de la tierra pegada allá abajo sobre sí misma, de los arroyos azules, estremecerse es azul. Elisandro hace una pausa, el grupo no mueve ni un músculo, sólo esperan la siguiente palabra para volver a respirar. El relato sigue y una brisa remueve las llamas. La muchacha llegó a un cerro donde un hombre leía en solitario un libro sin páginas. Cuando llegó junto a él le susurró al oído: ¿Te quieres casar conmigo? El hombre sonrió y se abrazó a sus alas.

2 comentarios:

Luna dijo...

Estremecerse, no sé con cuántos hilos de vidrio...

Saludos muchos.

Adriana dijo...

te leo, te leo y no dejo de impresionarme