miércoles, 5 de enero de 2011

Valle a través

Ella: Las vías no lograban dividir al paisaje en dos. No se cómo pude obtener una vista aérea de los valles porque estaba dentro del tren. Un largo insomnio me impedía encontrar una postura cómoda, algo se agitaba en mi interior. Estaba cada vez más cerca de Praga y los faroles se encendían en mi memoria ante la idea de un roce. Pasaron siglos hasta la estación. Me bajé algo confusa, desubicada, buscaba con desesperación el rostro tan largamente soñado en las noches febriles. No estaba, de momento, no estaba; así que decidí tomarme un café que me incendió los labios entre un sorbo y otro, lo supe por el hormigueo en la boca, porque el frío entumecía la piel y era imposible distinguir el calor ante la presencia polar del viento que tejía hebras de nieve, desde la punta de los dedos a la cabeza. Estaba cansada, a punto de quedarme dormida estando de pie. La resurrección llegó junto al ancho abrazo y el deslizamiento de sus manos bajo la chaqueta. Dos pedazos de alma, algunas vez divididos por las vías del tren, volvían a encontrarse. Entre él y yo no cabía el asombro, aún así entre su boca y la mía la luz se encendía como las velas de un farol milenario.

Él: A través, todo era a través en aquel país del demonio. Las avenidas se cruzaban del través, los días venían atravesados por las noches, las ideas volaban a través del suelo, como si fueran hojas recién caídas de cualquier sueño. Un niño pasó al través y me saludó con su mano del revés, los dos reímos porque sabíamos que en aquel país estaba terminantemente prohibido saludar del revés. Las horas venían ataviadas con su celofán transparente, algunas se ceñían hasta lo imposible sus impermeables naranjas, o rosas, o completamente negros. Eran las horas importantes, las de la comida del domingo o las de la primera comunión, que siempre solían coincidir con el último pensamiento honesto. La vida transcurría del través en aquel jardín vallado, las cosas llegaban y se iban como pidiendo perdón, los nombres se ponían con suma gravedad y los letreros oficiales se rozaban con el vicio del aburrimiento en las jorobas de los servidores públicos. De pronto una bruja pasó volando y todo se puso del derecho, las vallas se cayeron y las risas se desparramaron por el aire llenando todo el cielo de mariposas.

1 comentario:

Elena dijo...

En el pais de los espejos todo está cambiado... los trenes no llegan a buen puerto