jueves, 6 de enero de 2011

Espumas

Ella: Las imágenes se condensan en un punto de espuma atravesado por la luz. Corríamos; la niebla nos imponía una visión borrosa del bosque. De sus bolsillos un choque entre monedas que delataba el trayecto, y en mi pecho un músculo a punto de rasgarse se adhería al pulso invisible de la noche, a la luna que al descolgarse entre los árboles dibujaba figuras largas y quejumbrosas. No sé en qué momento le perdí de vista, sólo supe que al abrir los ojos no estaban ni él ni el rastro de las monedas chocando en sus bolsillos. Morí de congestión emocional al verme sola; una sombra más aumentando la negrura del bosque. En medio de la agitación sentí una mano abovedarse en mi hombro; desperté al sentir el pulso tibio de su piel. Las imágenes se condensaron en un punto de espuma atravesado por la luz, a veces el sueño se repite; a veces, contra toda lógica, me pregunto si el verdadero sueño no es despertarme al ritmo de su piel tibia.

Él: Las burbujas salían como buñuelos de humo desde la pipa de espuma de mar. Debajo de la pipa había un montón de surcos en la cara del viejo marinero. El día iba lento alrededor de las volutas y el viejo lobo sostenía su sonrisa y su pipa en un difícil equilibrio de días y días varado en el mismo día aquel cuando una burbuja se le cayó al mar y él se tiró detrás de ella, quizá sin pensar que las burbujas se rompen al caer al mar. Pero esta no se rompió, siguió burbujeando debajo del agua como si fuera una anémona, descendiendo con elegancia como si todas las luces opacas fueran para ella. Era un mar de mentiras donde los árboles respiraban y dejaban sus ramas flotar, donde los peces llevaban barba y leían a Cortázar entre carcajada y carcajada de sus bráqueas. De pronto la burbuja se convirtió en bruja y se giró para guiñarle el ojo al pez marinero que navegaba a todo el vapor de su pipa. Un conejo empezó a correr por el fondo arenoso despertando a los corales de sus armaduras. Era un conejo negro y seboso que a cada paso se hacía más negro y más seboso. Detrás del conejo corría un váquiro que más bien parecía un hombre lobo y la bruja intentó cargar al conejo pero este ya estaba tan gordo y pesado que ocupaba todo el sueño. El marinero abrió los ojos asustado y siguió viendo como los círculos de humo se convertían en burbujas que se hacían brujas y le guiñaban el ojo.

2 comentarios:

Luna dijo...

Y sueña ella, con bóvedas tibias en su piel. Mientras él, entre espumas de humo y un mar de mentiras, despierta en soledad.

Ustedes...sí que provocan imaginar...

Adriana dijo...

maravilloso, disculpame El, yo solo la leo a ella, pero me enmendare, la vida es un constante enmendarse uno, regoger los pedazos y volver al sueño de siempre