lunes, 17 de enero de 2011

Transmigración


Ella: Si fuera tan sencillo como aplicarle un punto de fuerza al lápiz en reposo para que camine, y dibuje en su trayecto el poema que se ha hecho piedra en mi garganta, no me vería forzada a dilatar o encoger las palabras para que se ajusten al contorno de tu boca. Puedo decir una cosa o dos: el poema es una gota de saliva que emite una vibración imperceptible al estrellarse contra el vidrio. Un listón de viento lo deshidrata y sus esporas se agitan en el aire. Avanzan, atravesadas por la luz, hacia la mano abierta del horizonte. Surcan las líneas del mapa invisible, se convierten en vino, caleidoscopio, ladrilo, masa de pan, el sonido de las llaves que giran para abrir la puerta de tu casa, de tu pecho, de tus ojos. Después se reagrupan, absorben el agua de atmósfera, y se convierten en el hilo que traza una línea recta desde tu boca hasta la almohada.

Él: Violeta tiene una manera un poco diferente de soñar. Ella sueña siempre en colores y en tres dimensiones. Sus sueños transcurren del final al principio y van recogiendo todas las gotas de ámbar que la gente va perdiendo mientras camina. Ella siempre me dice que es una bruja y yo hace tiempo que sé que es verdad. Un día me describió el mundo tal y como yo lo veía cuando caminaba descalzo de esas ideas que te impiden ver, otro día me describió el mundo que yo quería ver, y el siguiente día me contó mi propia historia con tres besos y una risa. En ese mismo momento me di cuenta de que Violeta se había convertido en mi brisa y en todo lo que yo quería respirar. Hay ocasiones en las  que Violeta se queda muy callada en su mecedora de pensar, su ceño aparece fruncido y a punto de acordarse del coño de mi madre, seguramente está viajando por alguna idea en la que yo no sabría pensar, pero en la que no dudaría en subirme como si fuera uno de sus globos de helio que te llevan a los mundos en los que siempre has querido soñar. Violeta es como de humo azul y de helado de papaya, si es que eso existe, que seguro que sí. Violeta es un revés, un mundo en el que se puede saber a cada momento que los momentos no se pueden medir. Hoy el cielo de Violeta es azul y naranja, como le gusta a ella. Los gatos se le cruzan entre los pies, ayudándola a no andar en línea recta. Violeta anda o sueña o canta o ríe. Violeta es ese mundo en el que yo siempre he querido estar.

1 comentario:

Luna dijo...

Disculpas Susan... pero Violeta me puede. Imagino que tal vez, como yo, lea el periódico desde el final...

Saludos a los dos.