sábado, 8 de enero de 2011

Sequoia


Él: Aquella palabra había pasado por las noventa generaciones de aquel poblado. Sus tres sílabas se pronunciaban por un solo hombre cada generación, el guiol más viejo era el único dueño de la voz de aquella palabra, o quizá era al revés, la palabra era su ama imperturbable, acostumbrada a rasgar su aire como si dejara tres agujeros en sus pulmones cada vez que era pronunciada. Nunca nadie había podido transmitir su significado, ni siquiera el porqué de tener que pronunciarla cada tres años mientras todo el poblado se reunía alrededor de la vieja sequoia que hundía sus raíces mucho más allá de la tierra y del mar en el que flotaba cualquier ser que se creyera vivo. En aquella ocasión nada fue diferente de como había sido en aquellos cientos de años. El guiol se acercó al árbol con nombre de mujer y acarició su piel escamada para que el silencio no se introdujera por su savia, todos estuvieron congelados mientras el cielo daba tres vueltas al día. Cuando pronunció las tres silabas tu nombre resbaló por mi mejilla.


Ella: Su voz emitía notas tubulares. Cuando la vimos, hecha un ovillo en las raíces de un árbol, pensamos que se trataba de una alucinación producida por la absenta. Pero no, la niña que corta los hilos es real. Tiene la piel de papel cebolla, debajo las venas parecen autopistas azules que se ramifican y repiten, fractales vivos, trasladando sangre de un lado a otro bajo la piel de papel cebolla. No quisimos despertarla, así, hablando dormida, parecía un sortilegio, una habitante de aguas profundas que se había extraviado en la tierra. Mientras buscábamos la cámara, una moneda se escapó de mi bolsillo -con esa facilidad que tienen las monedas para saltar- y fué a caer justamente en la frente de la niña, dejando una larva de sangre impresa. Alex logró fotografiarla antes de emprender la carrera que nos salvó los tímpanos. Estaba fúrica. La niña abrió la boca y de un aullido espantó a cada pájaro con su alma. Cada vez que se me cae una moneda del bolsillo, recuerdo el sonido tubular de su voz que perforaba el aire y, si se quiere, el lugar poblado de árboles en el que Alex y yo solemos acodarnos para soñar.

2 comentarios:

...jebumarï... dijo...

Veo a la niña como esa habitante legendaria que guarda la palabra.

"...las venas parecen autopistas azules que se ramifican y repiten, fractales vivos, trasladando sangre de un lado a otro bajo la piel..."
"...una habitante de aguas profundas que se había extraviado en la tierra..."

Como un ser único venido o criado desde otra tierra, desde otra raíz

"...la palabra era su ama imperturbable, acostumbrada a rasgar su aire como si dejara tres agujeros en sus pulmones cada vez que era pronunciada..."
waw esa parte cierra todo. La palabra de la niña como inmovilizadora y creadora.
Excelente el lazo, jaja.
Abrazo

Luna dijo...

La palabra mágica de tres sílabas, pronunciada desde tiempos remotos y el árbol, testigo de la furia de la niña ovillo al despertar de su sueño de voces.
Recuerda ella el lugar y él, la caricia de su nombre.