lunes, 10 de enero de 2011

Anecdotario


Ella: En mi anecdotario te eriges como una piedra de luna que flota en una plaza histórica. El viento despeina las hojas y un aroma se me ata a la nariz, parece una lengua en estado gaseoso que me produce una cosquilla interna; es el presagio de tus manos lo que despide el olor a niebla dulce que, como un péndulo, me hipnotiza. He querido organizar el anecdotario cronológicamente, pero las fechas se desdibujan apenas logro vislumbrarlas; como si quisieran demostrar que el pasado y el futuro son rostros difusos del presente. También he querido contar sus páginas. Todo intento es una línea recta hacia el asombro. No  hay forma de contarlas porque se multiplican al ser leídas, cada página nueva es la historia de un ángulo distinto que percibe nuestra historia desde otro plano. Crecen lianas, en las manos me crecen lianas y árboles de coral cuando te bosquejan las palabras, puedo mirarte, detrás de una cortina cósmica, escribiendo el anecdotario de lo que soñamos.


Él:  De vez en cuando ella se sentaba en su mecedora de pensar. Se quedaba allí durante horas mirando pasar las nubes o los soldaditos de plomo de su imaginación o los ositos de puromoro rojos y amarillos. Él en esas ocasiones apoyaba la barbilla sobre su mano derecha y se convertía en nube o en soldadito o en oso que no sabe qué pensar, sólo dejarse sentir esa quietud de tiempo que acompaña, que no se va ni llega. Ella componía un puzzle gigante con sus pensamientos, que se mecían al ritmo de la mecedora; se dibujaban en la pared aquellos juguetes o aquellas pipas de madera o las llaves que de pequeña sustraía de los bolsillos de su padre para llevarlos a su cuarto, al rincón de las cosas preciosas. Él le compraba lápices de colores para que le dibujara sus sueños, ella le pintaba los azules de purpurina y a los blancos les ponía corbata y frac para que parecieran pingüinos. Los domingos salían a pasear juntos y ella le acariciaba distraída la nuca, como si sus dedos quisieran pasear también al mismo ritmo de sus pensamientos.

2 comentarios:

Elena dijo...

A veces pienso que la vida es un anecdotario del que olvidamos detalles, y que las cicatrices conforman un tapiz de identidad que nos hace ser sin saber por qué; porque olvidamos los hechos sin unirlos.
Qué bueno es leerlos, como abren las mentes.

Besitos rotos.

Luna dijo...

Creo en una línea de los sueños posibles que se pinta con los colores de los días vividos.

Y el azul, el azul el color de los sueños de Ella y Ël.