miércoles, 15 de diciembre de 2010

La b se viste unas sayas con volantes

Él: La b minúscula es una letra con barriga, siempre lo he dicho. A mí me gusta mirarla desesperezarse con sus dos bracitos ocultos, apenas visibles entre los remolinos de sus risotadas. Todas las mañanas me asomo a mi ventana y ella abre de par en par los postigos para que mi vista se recree. Y ríe. Rie como una cascada, como un tropezón de risas cayendo en cascada desde su boca abierta como si fuera una a, riéndose de no haber sido nunca una a. Eterna segundona. La b mueve su bigote como si lo tuviera. Es su manera de saludarme. Y luego mueve su barriga a ritmo de samba y yo apoyo la barbilla entre mis manos como cuencos como si así acunara todo el conocimiento de estar viviendo, de estar viendo su barriga subeybaja bailándome la alegría. La b se recata y se pone su saya. Los volantes ocultan su ombligo y un ojo me lo guiña como dándome una colleja en la mirada.

Ella: Hoy no he asistido. No es posible tanta paradoja; forman una fila que se pierde en el horizonte hasta convertirse en un punto que perfora y perfora; basta que le confíes la espalda a un árbol para que cada paradoja se distienda y revele el rostro de este mundoabsurdo, mundomanicomio, en el que la palabra bueno no se escribe con b de barriga, sino con v de vorágine, de villano.

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