martes, 14 de diciembre de 2010

Cinco minutos y ella

Él: Cinco minutos y ella en la ventana, su cara su boca su mirada, reflejada, mirando, tras la ventana y pasando el tiempo las gotas de lluvía los cielos y las sombrillas de taparse el sol. Cinco minutos viviendo y ya nada existe todo se ha quedado hecho baba de caracol dibujando un camino entre lo que pienso lo que piensa y ponemos una coma. Viva la Academia. Cinco minutos para decir cada cinco minutos lo que nunca le he dicho, lo que nunca me he dicho, y las muñecas se van poniendo en fila para reírse, quizá burlarse o cantarme una canción o un soniquete en el que el verso es un puesto donde venden corazones al sol. Cinco minutos, difícil tarea de escribir palabras cuando todo está ya sabido y requetesabido. Es posible repetirse hasta la infinitud, esa triste explicación de hacer círculos alrededor de agujeros que quieren ser ombligos. Todo son huellas, todo flores de plástico en jarrones de porcelana que nunca visitaron China. Cinco minutos que se escriben en cinco segundos porque son su huella, su baba, su cáscara de parasol. Ella.

Ella:  De las piedras no sé nada, a su antojo cada una se rasca la lengua y se deja ir entre las piernas del río que pasa cerca de mi casa. No tengo nada que envidiarle a ese río de anchísimas facciones que parece una llanura líquida. También yo tengo una bonita isla en el ombligo donde se posan las garzas a tomar la siesta. Las garzas nunca tardan más de cinco minutos en venir cuando mi ombligo se asoma entre los pliegues del agua, aterrizan como plumas, lamen los contornos, y al despertar descubro que es él, con su lengua de río, mirando a través de la ventana.

2 comentarios:

Leo Mercado dijo...

Cinco minutos y el mundo. Te sigo, obvio.
Besote.

- dijo...

Cinco minutos y el mundo... cuantos mundos caben en cinco minutos? Un abrazo, Leodelosplanetas. =D