martes, 21 de diciembre de 2010

Diálogo


Ella: Compartimos un cigarro que duró hasta la parada del colectivo. Se impuso un diálogo de gestos que no nos dejó emitir palabra mientras caminábamos, uno al lado del otro, sin mirarnos; pero sabiendo, desde un silencio esférico, que estábamos allí. Justo ahora me acompaña sin articular una sílaba, pero siento el peso dulce de sus ojos recorriendo los contornos de mis dedos, que seleccionan las palabras con un temblor apenas notable, como si estuvieran agitando frágiles cortinas de humo. También ahora sostenemos un diálogo que traza un puente sólido entre su mundo y el mío, aunque nadie, nisiquiera yo, pueda registrar tan sólo una frase audible; sólo se percibe un eco interno, una vibración muda en la que caben todas las palabras del universo.

Él: Llegar a casa es coger la senda que sube la ladera e ir pensando con pasos lentos que tu olor de violeta recién bañada me viene a buscar para que no me pierda el guiso de tu mirada. Llegar a casa es volver al cielo y el flotar, volver a las mariposas revoloteando como campanillas y un suave rozar que poco a poco toma impulso de balanceo y nos acaba con sudor agradecido y otro baño. Volver a casa es recular un poco para tardarte menos, andar de lado para llegarte pronto, saltar las piedras como jugando al sambori para saberte cierta esperándome en tu cielo. Llegar a casa es oírte cantar esa canción que nos apega, un fado hecho alegría con letra de Madredeus y música de tu alma. Llegar a casa es vestirte con todas las palabras que ayer guardaste para mí en tus bolsillos. Sacarlas y ponerlas en fila, desfilando por mi memoria, que sólo es ya la parte del día que está esperando a hacerse tuya.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Si. Pero hay ese pudor, esa máscara alegórica, como si la sangre no tuviese derecho a apresurarse.

Anónimo dijo...

... HERMOSO... UMMMMM, VÁLGAME EL AMOR!!!

- dijo...

Anónimo: La sangre se apresura, tenga derecho o no; eso se sabe. Gracias mil por leer. Un saludo.

Adolfo, nuevamente gracias. =D