viernes, 25 de marzo de 2011

Retrato de viaje estático



Él: Todos sabemos cómo es una cámara hiperbárica, pero esta tenía una pantalla de televisión frente a mi rostro, a cinco centímetros de mis ojos desacostumbrados a tanta oscuridad y a tanta luz, a tanto parpadeo del cátodo dibujando setenta veces por segundo las seiscientas veinticinco líneas del mapa de su cara riendo para mí, para que yo viviera, llorando para que yo viviera, cantándome la canción de Luca y alguna de Janis Joplin y todas las de Calamaro y arroz con leche también. Todo un repertorio para que yo la respirara una vez más, para que yo me diera cuenta de lo que me perdía si me iba. La primera vez que la vi fue en fotografía. Bueno, yo pensé en aquel momento que aquel rostro radiante estaba fijado en sales de plata, pero lo que quedó fijado para siempre fue mi paso a su pulso, mi huella a su piso, mi siguiente a su simiente. Y los juegos de palabras se convirtieron en pompas de jabón líquido que ella insuflaba con una pipeta y luego pintaba con acuarelas que me estallaban en mil plumas de peleas de almohadas y el sueño se estiraba las enaguas hasta el ombligo y una ducha fría para sellarnos los arañazos de la noche y un café, un café y su sombra blanca comiéndose mi tostada con tomate. Y ahora su cara en la pantalla a medio llanto y a media risa pidiéndome no me dejes, que no se nos rompa la mirada de esos ojos de pez que bailan entre corales y caballitos de mal. Ella acercó los labios a la pantalla y dejó marcado un beso que me durmió. Cuando desperté ya no había cámara ni pantalla, su mano cogía la mía y sus labios me susurraban aquella canción.




Ella: Piano y dedos al punto; entonces fusión, música, bala de agua, como de agujas que estiran el alma dentro del cuerpo. José Luis es una prolongación del piano, cada uno de sus dedos es una tecla invertida que suena al hundir las piezas. Lo escucho con los ojos, con las manos, en mis oídos crece una lágrima que mi mente reabsorbe; entonces viaje, desencarnar, mirar el cuerpo y comprender que es tan sólo una envoltura que se oxida con los años, y que también los años se oxidan a causa de la envoltura, se contaminan de movimiento intestinal, rotación y traslación en torno al eje del absurdo, una piedra que gasta la mente e inhibe los viajes estáticos; pero nada de eso importa ahora porque sus dedos y el piano, el piano en sus dedos y esa voz de las cavernas que resucita en mi interior cuando melodía y terapia significan la misma cosa. 

1 comentario:

Luna dijo...

Calamaro, piano, viaje, alma. Me gusta. Finalmente la melodía...

http://www.youtube.com/watch?v=gVRx_6bmC24

Calamaro, con Los Abuelos de la Nada. Espero les guste. Y no digan NO.